Descripción
Lo vio caer, un meteorito enorme, silencioso al principio, como si el cielo hubiera decidido rendirse sin gritar. No quedó nadie, ni edificios, ni nombres, ni mensajes por responder, solo polvo y un silencio que parecía definitivo.
Y entonces volvieron los dinosaurios, pero no como los recordábamos, no como juguetes ni como huesos en vitrinas, sino erguidos, con ojos que pensaban, con manos que sabían exactamente lo que hacían. Nos desenterraron, nos quemaron, nos trituraron con la misma indiferencia con la que nosotros encendemos un mechero.
Hicieron gasolina con nuestros cuerpos, fundieron nuestro plástico, nuestras ruinas, nuestros dientes, y moldearon figuritas humanas. Algunas llevaban corbata, otras tenían esa cara de no entender nada.
Jugaron con ellas un rato, las hicieron pelear entre sí, las sentaron a fingir que trabajaban, las lanzaron por el aire como si nada importara.
Y cuando se cansaron, las tiraron al mar.
No sabe si eso fue una visión o un recuerdo anticipado. Solo sabe que, desde entonces, prefiere no volver a mirar al cielo.