Descripción
Después del baile, algo cambió. Bajé. No sé si físicamente o solo dentro de la visión. Pero bajé. Del cielo al suelo. O a algo que parecía suelo.
Allí no había caos. Había estructura. Calles de piedra blanca, edificios con jeroglíficos, plazas llenas de estatuas vivas. Y dioses egipcios por todas partes. No como en los museos. No inmóviles. Se movían. Hablaban. Enseñaban.
Uno me explicó geometría sagrada con un puntero hecho de hueso. Otro, con cabeza de chacal, daba clases de dibujo técnico. Había una sala donde un ibis enseñaba filosofía comparada. Las lecciones eran raras, pero tenían sentido. Sentido dentro del sueño.
Nadie parecía sorprendido. Solo yo. Y ni siquiera tanto.
Era una ciudad donde la divinidad era pedagogía.
Donde lo sagrado era lo que se podía explicar con paciencia.